Otros más incrédulos opinan que sería un suicidio pedir el desafuero si de antemano no estuvieran las apuestas a su favor y por lo tanto se trataría simplemente de un "blanqueo".
También están los optimistas, que quieren que la verdad salga a luz: libertad para el acusado o condena para el culpable y sus cómplices. Los negativos también pululan y sostienen que él no es más que el chivo expiatorio, la punta del iceberg que desvía la atención de otros peces más grandes, implicados, que nadan libremente en el mar de la impunidad.
Aunque unos juran la inocencia del sospechoso, tampoco faltan los chismosos, que susurran reuniones secretas con un escribano en el piso 21 de un céntrico edificio.
Hay mil conjeturas y una sola verdad: el pulpo está en aprietos. Ojalá que la Justicia se esmere para que cunda el ejemplo y que los desafueros se produzcan con más asiduidad. Mientras, el púlpito espera.
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